domingo, 28 de agosto de 2011


JUAN ENRIQUEZ, FUNDADOR DE ESTA TABERNA TIPICA SANLUQUEÑA


Allá por 1962, Juan Enríquez Zambrano, ex-diestro taurino, inauguró esta taberna típica en un bajo de una casa solariega de la calle Regina y que fue llenando de recuerdos personales de su carrera profesional por los ruedos de media España.
Juan era una persona con un carácter muy singular, pero siempre amable con sus clientes, a los que atendía con todo primor. Se cuentan por cientos sus anécdotas y vivencias en este lugar lleno de nostalgias. Entre sus objetos más peculiares se encontraba un mostrador decorado (o más bien, empapelado) con miles de entradas de toros a las que asistió su propietario durante toda su vida. También hay que recordar necesariamente aquel cartel de toros que, con el agujero hecho a medida, servía como marco para la televisión, siempre encendida.
Fue un bello y poético punto de encuentro para toda una generación que, por desgracia y por mor de la especulación urbanística que practican ciertos sujetos en esta ciudad, fue derribado y la finca en que estaba situado, convertida en modernos pisos vulgares de los que pueblan por miles todas las ciudades españolas.
Forzado a un deshaucio y un traslado forzoso, Juan Enríquez dejó el negocio en manos de sus hijos, incapaz de seguir una nueva aventura tras haber pasado más de treinta años en su coqueta taberna al lado de las monjas clarisas de Regina, quien en más de una ocasión visitarían el lugar en busca de algún donativo o materia prima que ofrecer a algunas de sus sacras reliquias.
Desde 1997 esta taberna está situada en la calle Santa Ana (en el mismo lugar en el que estuvo otra tasca célebre, "El Miami") adonde fue trasladada y a la que se condujo sólo una parte del ajuar valioso de recuerdos y mobiliario que se encontraba en la calle Regina.
Desde entonces, esta taberna típica sanluqueña ofrece lo mejor de Sanlúcar en forma de tapas, suculentas raciones, manzanilla en rama, cerveza Cruzcampo de la más fresca y buena que se puede encontrar en la ciudad, además de conversación y amistad a raudales, algo que ya han olvidado, por desgracia, muchos de los hosteleros de nuestra ciudad y que caracterizaba siempre a nuestra idiosincracia y genuina hospitalidad, y que fue el sello distintivo de aquel lugar mágico que se perdió.

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